'El secreto' se publicó por primera vez en el número 3 del fanzine EnCrudo. Como acaba de salir el cuarto número, comparto en mi blog mi relato, con una pequeña diferencia con el publicado en EnCrudo. Al final del mismo, sale el nombre del restaurante; en EnCrudo, ¡no me dejaron dar 'publicidad'!
¡Espero que os guste!
El Secreto
La
cita a la que se dirigía era desde luego extraña. Llevaba años sin saber de
Jorge. Según su sana costumbre, había
perdido cualquier tipo de interés en él el mismo día en el que rompió la
relación. Pero, hace un mes, se encontraron en Factbook. O más bien él la
encontró a ella y, tras unos cuantos mensajes tan anodinos como educados, Jorge
le dijo que necesitaba pedirle un favor. Además
sería conveniente verse en persona, le dijo, pues la cuestión requería
de su presencia. Y no, nadie más podía ayudarle excepto ella.
Para
Claudia había pocas cosas más molestas en el mundo que una ex pareja dándole el
coñazo. Jorge no había querido explicarle nada más, excepto que era algo que
incumbía a terceras personas y que tenía que solucionarse cuanto antes. No era
nada grave, le tranquilizó, pero sí muy importante.
Bajo
una fina lluvia que no conseguía atravesar su tupida y hermosa melena tratada con
keratina, Claudia pensaba de camino a la cita, en el restaurante Rubaiyat, en
las razones por las cuales había decidido encontrarse con Jorge después de
tanto tiempo. En primer lugar, le recordaba como una buena persona, por lo que
no pensaba en absoluto que fuera a sucederle algo malo. Por otro lado, sentía
mucha curiosidad por saber qué demonios quería de ella. Y por último, ¡qué
demonios!, adoraba ese restaurante. Así
que cuando entró por la puerta y vio
algo tan absurdo, tan imposible e irreal, casi se desmaya. Allí estaba Jorge
esperando, sí. Y Armando. Y Sergio. También varias ex parejas más, amigos de su
primera juventud, muchas otras personas cuyos rostros le eran vagamente
familiares, compañeros de trabajo, varios tipos con los que seguramente tuvo
algún pequeño lance sentimental, Sonia, la amiga que hizo trabajando en aquella
multinacional americana, y Alicia, su amiga del alma de cuando vivió en San
Sebastián.
Tras
unos minutos eternos en los que recuperó
parte de la compostura, Jorge le explicó todo. Si hubo algo que nunca pudo
olvidar de cuando estuvieron juntos, algo que cada día echaba de menos, era la
manera en que Claudia preparaba las lentejas. Un día, hará más o menos un año
de ello, se le ocurrió abrir una página en facebook llamada ‘Necesito unas
lentejas de Claudia’. Fue tan solo un acto impulsivo y absurdo, por lo que no
volvió a hacer caso de ella durante meses. Cuando volvió a entrar, vio que tenía
845 fans, entre ellos personas que, por lo que escribían, no cabía duda de que
la habían conocido personalmente. Con total seguridad, ellos habían degustado
ese plato exquisito e inimitable.
Todos
daban fe de que, por muchos restaurantes que uno pudiera visitar, por muchas
versiones del guiso que pudieran probar en cualquier parte del mundo, nadie
podía siquiera acercarse al perfecto sabor, a la ausencia casi total de grasa,
a la perfecta combinación de ingredientes y cocción que Claudia conseguía de una
manera tan natural como sencilla. Así que después de una votación en la que se
eligió a Jorge como emisario y representante del grupo, la habían citado allí
para que les contara su secreto y poder vivir el resto de sus días sin la
ausencia de sus lentejas.
Claudia
no tardó ni un segundo en responder un escueto no. Se levantó de la mesa y
salió de allí, encantada de tener una página con 845 fans y sopesando si poner
en conocimiento de la policía este asunto tan extraño, una muestra más de un
mundo que ha perdido completamente el norte. ¿Quién sabe?, pensó mientras
disimulaba una sonrisa triunfal en su rostro. Quizás en unos minutos todo el
grupo se olvidaría de ella para pasar a obsesionarse con la feijoada de Carlos, el cocinero de
Rubaiyat.
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