lunes, 15 de agosto de 2011

Una escapada a Segovia, bien merece una visita a Maracaibo

Aunque Segovia no esté exenta de atractivo, la escapada que hice con mi amiga María (a la que luego se incorporó Susana) obedeció más a deleitarnos con los manjares de Óscar Hernando en su restaurante Maracaibo que a una visita cultural a la ciudad castellanoleonesa. Como María y yo somos algo más madrugadoras, cogimos el AVE en Madrid a las 11:30 (apenas tarda 27 minutos) y nos plantamos en Segovia a la hora del aperitivo, con dos horas por delante para hacer turismo y tomarnos un tinto de verano. Por suerte, la canícula no era muy intensa lo que nos permitió visitar algunos de los lugares más representativos de Segovia, como el acueducto, el alcázar y la catedral.

Jóvenes peregrinos invadiendo Segovia
Además de templos gastronómicos como Maracaibo, donde comimos y objeto de nuestro viaje, y José María, donde hicimos el aperitivo en su abarrotada barra, disfrutamos de un agradable paseo, eso sí, entre hordas de peregrinos seguidores del Papa a cada segundo más molestos, por gritones y escandalosos (sobre todo los españoles, que religiosos o no, cuando van en grupo siempre van montando números por doquier).

La preciosa catedral segoviana, sorprendentemente en el momento de la foto
libre de jóvenes católicos

Posando con una bonita vista de Segovia detrás
A la hora de la comida, con la incorporación de Susana, nos pusimos en manos de Óscar para disfrutar de un ágape digno de reyes. Como re-aperitivo (María y yo tomamos alguna cosita previamente en José María) degustamos una deliciosa tortilla, jugosísima pero no cruda, y una cecina que casí parecía ser un ibérico premium.
El menú, aunque largo, nos hizo gozar como niñas y descubrir nuevos productos que ninguna de las tres había tomado hasta la fecha, como unos garbanzos tiernos, exquisitos y similares en textura y apariencia a algunos guisantes.
El primero de los platos, una crema de repollo con hígado de rape, mejillones y huevas de arenque, destacaba por su delicado fondo y la contundencia de los sabores de los frutos del mar.


Crema de repollo con hígado de rape, mejillones y huevas de arenque

La segunda de las presentaciones, una refrescante ensaladilla, encontraba la perfección con una deliciosa mahonesa de erizos.
El tercer pase nos trajo unos garbanzos verdes (recogidos por el propio Óscar Hernando de una huerta cercana el día anterior) con langostinos, de pefecta textura y rico sabor.
Los originales garbanzos verdes
Después llegó el huevo escalfado con camarones, con el punto ideal de cocción que le dotaban de un crujiente que estallaba en boca y remitía a las mejores freidurías del Sur.
El tataki de pez mantequilla con ajo blanco brilló por su delicadeza de sabor y suave textura (sólo dos veces me han servido el pez mantequilla en un plato que no era sushi y, curiosamente, ambas veces han sido en Castilla y León).
Para probar, ya que ninguna conocía el plato, Óscar nos sirvió entre medias del menú sashimi de tenca, un pescado de río bastante común en Europa.
Retomando el menú, seguimos con unas pechugas y alitas de pichón guisado acompañado de crema de maíz. En mi opinión, el pichón delicioso, sangrante, pero la crema de maíz demasiado dulce para acompañar el plato.

Pechugas y alitas de pichon con crema de maíz
Para finalizar, tomamos unas natillas de maíz con vainilla Tahití, sorbete piña y galleta crujiente.
Los primeros platos los acompañamos de un refrescante godello, tan de moda en los últimos tiempos, y después nos pasamos a un vino más intenso, Vivencias 2008, un vino que también produce Óscar Hernando en su faceta de bodeguero (un vino que le ha dado últimamente muchas alegrías ya que ha sido puntuado con 92 puntos Parker).
Un menú redondo gracias a las manos de Óscar, y el buen hacer de su equipo que incluye a su mujer, Jessi, que es su mano derecha.
María, Susana y yo acompañadas del fenómeno Óscar Hernando

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