domingo, 26 de septiembre de 2010

La vida en la ciudad




De izq. a derecha y de arriba a abajo: Paula (de rosa), María Forcada, Luis Linares, Susana Gómez, Alexandra Sumasi, Félix Gil, Sofía de la Cierva y Saúl Cepeda.

Uno de los primeros encuentros lúdico-gastronómicos de la rentrée vino la pasada semana de la mano del neonato Belle Epoque, una nueva oferta de ocio integrado en el joven restaurante Un Lugar, situado al final de la calle Mauricio Legendre, muy cerca del complejo de las cuatro torres. Aunque lleva menos de un año en el panorama gastronómico capitalino, el restaurante ha transformado su planta baja conviertiéndola así en una sala diáfana decorada con cierta estética futurista a pesar de su nostálgico nombre. El pistoletazo de salida de Belle Epoque fue su fiesta de inauguración con invitados de la prensa y amigos de la casa. Un cóctel a base de embutidos ibéricos -con unos excelentes lomo y jamón como platos estrellas- y unos originales chupitos de patatas a la riojana combinados con champagne Perrier Jouet amenizó eficazmente la noche. La fiesta, con muy buena música, estuvo genial: caras conocidas, muchas de ellas amigas, como la educada y discreta Sofía de la Cierva (quien lleva con gran acierto la comunicación del lugar);las siempre eficaces Marta y Paula (insultantemente morenísima), los dos pilares donde Sofía se apoya; la dulce y encantadora Susana Gómez de Canal Cocina; el súper friki -en el sentido más positivo de la palabra- Saúl Cepeda (por cierto, Sául, bonita cazadora); la imponente y estupenda María Forcada; o la chispeante italianísima Laura Grani. Tuve ocasión de conocer en persona a Félix Gil, director y propietario de El Gastronómico, medio en el que a pesar de haber hecho alguna colaboración no propició que nos viéramos antes las caras. Sorpresa mayúscula tuve al conocer en persona a Javier Estrada (de Plácet, no de Metropoli donde mora un tocayo): nunca le imaginé tan alto y grande. Y una de las mejores cosas de la velada fue el reencuentro de todos con Silvia Artaza, antigua mano derecha de Sofía de la Cierva, quien después de una mala época parece que ahora vuelve con fuerza y energías renovadas, y belleza amplificada. ¡Bien por Silvia!

Según me comentaron, los cócteles servidos estaban más que buenos aunque yo no logré probar ninguno porque, ay, preferí continuar con el champagne. Desde ahora la zona norte de Chamartín ya dispone de un lugar donde disfrutar de una copa en un ambiente ultra chic y con una música que, a tenor de lo oído en su inauguración, promete muchísimo.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Galicia en el paladar

Rias Baixas
El manjar de manjares que para muchos es el marisco, y de Galicia para más inri, no deja de ser para mí un mero tentempié antes de pasar a bocados de mayor enjundia. Pero hete aquí que una encuentra a veces productos que, sin ser de sus preferidos, debido a la alta calidad de los mismos merecen distinción especial. Y esto es lo que me ocurre siempre con los frutos del mar Cantábrico traídos a Madrid por Gourmet La Toja. Un marisco que, dicho sea de paso, de ser cogido en las rías gallegas pasa en breves horas a la panza contenta de los madrileños. Gourmet La Toja se está dando a conocer en los últimos meses en la capital a través de distintas ferias urbanas, lugares donde instalan stands donde servir un fantástico producto que también incluye un sabroso churrasco gallego asado en parrillas a la brasa puestas para tal fin. A un precio más que razonable (por unos 25 euros por persona) uno puede relamerse los labios con los sabores norteños, regados con un buen Albariño -aunque no tan fresco en temperatura como debería- o si se prefiere, con una Estrella de Galicia. Mención aparte también merece la empanada: disponible con tres rellenos -carne, bonito y pulpo- es una de las mejores empanadas que servidora ha probado en su vida.
Con amigas, después de degustar productos gallegos
Mi última incursión en las delicias gallegas de Gourmet La Toja fue hace un par de semanas, en la carpa que la empresa gallega instaló en Sanchinarro, junto al centro comercial. Bautizadas con el pomposo nombre de 'Jornadas culturales, gastronómicas y artesanas de Galicia' (parece ser que el Ayuntamiento de Madrid sólo cede espacios si estos van disfrazados con un halo de cultura), la carpa que instala Gourmet La Toja es un templo, sencillo y de andar por casa, pero templo del buen comer. En el mes de agosto recalaron en la Plaza de España, hace dos semanas el turno le tocó, como comentaba, a Sanchinarro, y ahora, hasta el 25 de septiembre, es el tiempo de Usera. Y para los amantes de todo lo gallego, el próximo viernes se celebra una tradicional queimada, porque ya sabéis, en cuestión de meigas, haberlas hay las.








domingo, 12 de septiembre de 2010

Las cosas de la urbanización

En un lugar de la Mancha* de cuyo nombre no quiero hablar vive una de mis amigas. María Jesús y familia viven rodeados de vecinos sonrientes con los que comparten una agradable piscina, un césped donde tirarse a tomar el sol y una pista polideportiva para uso y disfrute, en la mayoría de los casos, de los más pequeños. La casa es una monada pero no sólo adquieres una casa cuando decides vivir allí, sino que en la misma operación, adoptas a un buen puñado de vecinos. Y eso, los vecinos, son lo espeluznante de esos lugares llamados urbanizaciones, y para comprobarlo no hay más que ver un episodio de 'La que se avecina'. Sin llegar a ser tus amigos, de repente los tienes metidos en tu casa, porque a ellos no hace falta invitarlos. Y eso es lo que ocurrió el pasado viernes en casa de mi amiga Mª Jesús. Cumple de la niña, jardín privado engalanado, centenares de sándwiches para los niños, litros y litros de bebidas (sin alcohol para los niños, vino blanco Barbadillo para algunos adultos, y copazos para los más atrevidos) y unos simpáticos vecinos, ¡cómo no!, confraternizando con los invitados. Un médico que no es médico (de eso no estoy segura, pero la verdad es que no brillaba por su inteligencia) intentaba provocar con sus tontos comentarios fascistas a las hermanas de mi amiga, sindicalistas ambas. Claro que ellas, Bibi e Isabel, sí son inteligentes y no entraron al trapo con semejante bobo. Mientras tanto, mi chico Luis fue el más listo de todos: bien poco tardó en evadirse gracias a la hierba buena cultivada en la urbanización evitando así alternar con los vecinos. Con todo, fue el viernes un día muy divertido: reencuentro con amigas (Patty, cuánto tiempo sin verte. ¡Menudo morenazo lucías, y qué sandalías más monas llevabas!), encuentro con un recién llegado (Bibi, ¡qué ricura de bebé!), constatación fehaciente de que en Madrid no todos son de derechas (gracias, Bibi e Isabel), y una fiesta en la que no había que ir espectacular, tan sólo había que ir (gracias, Mª Jesús, ir a tu casa siempre es genial).

*En realidad la casa está en la zona sur de la Comunidad de Madrid pero como opina Luis, por mucho que digan, Madrid no ha dejado de ser manchega.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Un maravilloso descubrimiento: restaurante Ágora

Si nos ceñimos a la definición clásica de ágora, enseguida pensamos en un espacio abierto rodeado de las más importantes edificaciones, donde, en las ciudades de la antigua Grecía, confluían el comercio, la política y la cultura. Partiendo de esta premisa, el bautizo del restaurante del madrileño hotel Ada como Ágora no deja de ser un original guiño de lo más acertado. Ubicado en la sexta planta de este hotel emplazado en la mismísima Gran Vía, el espacio abierto lo constituyen las terrazas: dos de ellas con espectaculares vistas a la arteria madrileña con la cúpula del edificio Metrópolis en primer término, y la tercera, más tranquila, con paisaje urbano del barrio de Chueca. Si bien en Ágora no confluyen el comercio, la política y la cultura de la ciudad, bien es cierto que su privilegiado entorno sí está empapado de ello. La vertiente política se ve colmada por su cercanía a las Cortes del país, al ayuntamiento de Madrid y a la sede de la presidencia de la Comunidad; la cultura, encabezada por la casi lindante sede del Instituto Cervantes, con la proximidad a los museos más importantes de la ciudad, y con los teatros más prestigiosos a un paso, ya forma parte de Ágora; y el comercio, tan vivo en plena Gran Vía, está plenamente representado. Para dar todavía más razón al nombre, constatar que parte de los edificios más emblemáticos de Madrid son prácticamente aledaños a la moderna Ágora. Con esta introducción bien podría parecer que voy a hablar de un restaurante de elevado precio, pero, para sorpresa de algunos, y deleite de muchos, aclaro desde ahora que esto no es así. La cocina, dirigida por el francés David Millet, presenta una pequeña pero apetecible oferta de platos plenamente mediterráneos, con presentaciones, en algunos casos, típicas del país vecino. El precio de carta ronda los 30 euros de media, aunque en mi visita a Ágora del pasado miércoles, Luis, Montse, Ghassane y yo probamos el menú que el restaurante ha preparado en exclusiva para el portal de reservas Degusta Madrid.