El motivo de mi reciente visita a Villa Padierna no fue otro que escribir un artículo sobre el hotel, y sobre su restaurante La Veranda, con el argentino Víctor Taborda al frente de sus fogones. Poco puedo extenderme en este post sin destriparme a mí misma el futuro artículo que todavía queda por escribir, pero sí puedo avanzar mis sensaciones personales sobre la estancia en este hotel 5 estrellas Gran Lujo situado en Marbella. Vaya por delante que no soy periodísta especializada en viajes; si acaso, algo en gastronomía. Desde hace varios años, siempre he comentado a quien quisiera escucharme que el mejor servicio de hotel que yo he conocido es el del Arts en Barcelona. El personal de Villa Padierna, por lo menos, iguala a los encantadores empleados del Arts. ¡Qué cosas en plena campiña marbellí! Casualidades, ninguna. Villa Padierna, propiedad del empresario de la construcción Ricardo Arranz, está gestionado por Ritz Carlton, cadena propietaria, cómo no, del magnífico Arts. Es más, Rivero Delgado, la eficiente catalana directora de Villa Padierna, tuvo el mismo cargo hasta hace bien poco en el hotel de la Vila Olímpica. Está claro que la misma fórmula de eficacia, amabilidad y buena gestión es adecuada en cualquier lugar. Dejando el buen hacer del personal un poco de lado, las instalaciones de Villa Padierna son excelentes. Al gusto marbellí por el lujo, se suma un gran confort, una distribución donde todos los caminos llevan a Roma (en este caso a la enorme piscina del hotel), tres campos de golf, un spa con ocho baños distintos de aroma y vapor, y tres restaurantes donde disfrutar de una grata gastronomía adecuada a cada momento. 'La Loggia', con fantásticas vista al campo de golf, ofrece una cocina de mercado, mediterránea, apta para todos los gustos; 'La Pérgola', el restaurante informal de la piscina, deleita al comensal con una cocina sencilla a base de sandwiches y similar, con raciones, para mi gusto, algo desmesuradas -justo en 'La Pergola' disfruté de uno de los momentos más hilarantes en meses, esto es, una joven becaria recién llegada de una reputada escuela de hostelería suiza sirvió a uno de nuestros acompañantes un café con hielo de 250cc al que previamente ella misma dispensó el azúcar necesario-; por último, 'La Veranda', el restaurante gastronómico que durante un tiempo fue asesorado por Berasategui y que en la actualidad maneja con gran solvencia uno de sus discípulos, el argentino Víctor Taborda.
Una mañana dedicada al golf, deporte que jamás había probado, bordó una estancia de dos días que, sinceramente, valió mucho la pena. Un viaje, en definitiva, con un objetivo laboral pero que no dejé de disfrutar largamente en un plano personal.
Gracias desde aquí a las personas que conocí duante los dos días que pasé en Villa Taborda: Diana Marín, encantadora directora de marketing del hotel; Rivero Delgado, discreta y eficiente directora de este maravilloso lugar; Hendrik “Harro” Rijnders, quien con paciencia infinita se prestó a darnos unas nociones de golf bajo un sol abrasador; el prometedor Víctor Taborda, que encandiló nuestros paladares con un menú degustación que ya quisieran ofrecer muchos chefs consagrados; y la joven Marta, quien ejerció de estupenda Cicerone desde discretísimo plano. Y gracias también a Almudena Pérez-Mínguez, quien hizo este viaje posible.
Vaya fotito, se nota que llevábais un fotógrafo profesional de escolta jeje.
ResponderEliminarSí, jaja, gracias, se notan las buenas manos.
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