Ayer fue una buena velada. Llovía a cántaros en Madrid cuando salí del metro. ¡Suerte que mi destino no distaba muchos metros de la boca del subterráneo! Tocaba cena con amigas: una cálida experiencia a la que en los últimos años no he estado muy acostumbrada. La cena, sencilla pero sabrosa. Y para beber, ¡champagne!
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